Pero nos tuve

9:45 p. m.


Creo que uno siempre regresa a las viejas costumbres. Sean buenas o sean malas, la rutina nos da confort, ayuda a soportar los constantes lastres y el eterno sopor de la vida.

Y aquí estoy, una vez más la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.  

La belleza del abandono es que siempre me permite recordar la que alguna vez fui, la ex de tantos, el sufrimiento de uno, la desilusión de otro y la amiga; soy la que la siempre fui, la abandonada en un mes de marzo, la del eterno abril que sigue esperando un buen año que jamás llega.

No me puedo quejar, hacía tanto que no me sentía morir, que casi con deleite espero la llamada que no llega para llorar con tranquilidad; es la belleza de revolcarse en la inmundicia y aprovechar el paso por el trágico consuelo de perder unos cuantos kilos.

Esta vez fue épico, digno de contar. Que no se diga que no me enamoré hasta enloquecer. Lo esperé lealmente por 956 días, a media vida de distancia. Nunca me fui tan fiel, como cuando le era fiel a él.

Que bonito fue crecer a distancia. Amar cada día desde lo más sincero de mi espíritu y saber hasta dónde puedo llegar… es lejos, es intenso, es 956 días de esperar todo y recibir nada. Pero nos tuve.

Enjoy.

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