Fue en aquel memorioso instante que entendimos que ese serÃa nuestro fin.
Lo recuerdo (aún sin derecho a utilizar ese verbo sagrado) cuando và morir a quienes éramos morÃa esa parte de mi, y morÃa aquel que yo debà suponer pergamino.
¿Y yo qué fuÃ?
El tiempo infinito supuso ilusiones futuras sin saber que todo era un 'eventualmente', y nos aferramos a esos cabellos que flotan felices cuando nos miramos creyendonos inmortales y ajenos a la crueldad que irremediablemente acecha en el borde de la almohada.
Conté una a una tus estrellas, las enmarqué como trofeo y me aferré a ellas con la esperanza de que fueran inmóviles, inmutables y fieles a mis sueños.
Esa era yo... La que soñaba y fiel esperaba.
Y en esa espera se nos fue la vida. Apagamos los relojes y vimos pasar una estela, contundente y tan brillante como cuando mueren los titanes.
El futuro ya fue... Tibio y moribundo, desde un grito lastimero recogemos cada dÃa los pedazos.
Ya pasado y decadente.
Y ahora solo este recuerdo nos quedó de aquel memorioso instante.