Entre pestaña y
pestaña me miraste, como desde una ensoñación única, que solo tú habÃas vivido
en una de esas fantasÃas colores sepia. Me reconociste al instante de verme.
Yo tuve que volver a soñarte después.
Yo tuve que volver a soñarte después.
Todos alguna vez
hemos sido la continuación de la historia de Gabriel, esa de “Ojos de Perro
Azul”.
Brazos largos
color del óxido, manos duras que me alcanzan, disimulaste al tocarme entre el
dedo Ãndice, medio y anular, respondiste al anhelo de tu alma onÃrica.
Me explicaste
algo de unas huellas, que yo no alcance a entender, porque habÃa un ruido hueco
y contundente, como cuando se tapan los oÃdos bajo el mar. Yo estaba escandalizada,
escuchando un retumbar raro, un galope monocorde y apurado que saturaba todos
mis sentidos, menos el del tacto, ahÃ, donde tus dedos amenazaron a los mÃos, una
discordante sensación que habÃa olvidado.
Te quejaste del
calor, te quejaste del sistema, me regalaste un caramelo porque yo palidecÃa
inerte buscándome en tu iris verde, perdida en millares de constelaciones de
pecas.
Yo nunca habÃa visto
un pelirrojo tan de cerca, Todos alzan la ceja derecha? Todos hablan bajito?. Por
qué son tan blancos? Por qué son tan rojos?
“Los pelirrojos
dan suerte” decÃa yo, mientras la computadora se dañaba y alguien se caÃa.
No, ese
pelirrojo solo le dio suerte a la morena de ojos rasgados que le toca volver la
semana que viene.
Continuará?...
Verdades Compartidas: Pasaporte a la felicidad
Continuará?...
Verdades Compartidas: Pasaporte a la felicidad