Ese momento en el que uno se adormece.
Inyectarse relajantes musculares y dejar que todo pase en cámara lenta a tu
alrededor y asumir que jamás seremos Uma Thurman en una pelÃcula de Tarantino. Dejar que pasen los años, colapsar en silencio
por aburrimiento, un jefe que grita, una oficina sin ventanas, el aire
acondicionado, el pago miserable, la misma señora que limpia, la nueva
recepcionista, yo desde una esquina… la misma esquina por 10 años.
Aquà no llega el sol y siempre
hace frio, aquà el tiempo no pasa.
Un espacio que creo mÃo cuando en
realidad yo soy de él, dale vida a los objetos y ese objeto se apropiará de ti,
por eso hay tanto material y poca alma en esta oficina. Al principio somos todo
cuerpo y mucho espÃritu, con el tiempo nos desvanecemos y nos vamos haciendo
grises, un color pálido y aburrido que se acople como el agua a su entorno. AquÃ
todo es gris.
La monotonÃa laboral te confunde
los principios, deprime la mirada, conserva la paciencia, inmuniza el confort,
congela los dedos hasta que lento muy lento a la vida le da gangrena. Una gangrena
andante después de 10 años.
Yo no soy asistente laboral, yo
no estudie para sacar copias, yo no quiero estar aquà convirtiéndome en algo
gris.