Sonrio, sonrio todos los dÃas mientras camino, cuando
estoy apretadita en el metro, atrapada en cola o en cualquier situación
desagradable. Lo hago porque quiero y para darles en la madre a las mujeres que
me ven sonreÃr.
Es lamentable que en nuestro gremio cause escozor la
felicidad ajena, es algo instintivo en
las mujeres. Lo sé porque yo lo vivÃ. Era una perra desalmada que odiaba a las
parejitas en la calle. Es que nada peor que caminar detrás de una mujer entaconada,
una mujer con niños o una mujer enamorada. Somos imperturbables,
indestructibles y absolutamente envidiables.
No solo conseguà sonreÃr. Encontré el equilibrio en
una mirada, la complicidad de una caricia disimulada, la paciencia que en la
palabra habita, sitios en Caracas que no conocÃa, valentÃa tomada de una mano.
Ahora soy un compendio de Lou
Andreas-Salomé, Elena Garro, Gala
Eluard Dalà y Ratabari… soy todas ellas resumidas en la musa de un poeta.
Sonrio, como sonrien las
musas que a lo largo de la historia han causado envidia.
Enjoy*